
El aceite de cocina usado ha trascendido su papel tradicional en la gastronomía para convertirse en un recurso valioso en la producción de biocombustibles, contribuyendo significativamente a la movilidad sostenible en España.
Empresas como Repsol han inaugurado plantas dedicadas a la producción de combustibles renovables a partir de residuos como el aceite usado. La planta de Repsol en Cartagena, por ejemplo, tiene una capacidad de producción de 250.000 toneladas anuales de combustibles renovables, destinados a diversos medios de transporte, incluyendo aviones, barcos y vehículos terrestres.
Además, acuerdos como el firmado entre BP Energía España y el grupo agroalimentario MIGASA garantizan el suministro de hasta 40.000 toneladas anuales de residuos industriales no alimentarios para la producción de combustibles renovables en la refinería de Castellón.
El proceso de transformación del aceite usado en biocombustible implica:
Recogida y filtrado
El proceso comienza con la recolección del aceite de cocina usado en hogares, restaurantes, comedores y fábricas de alimentos. En la Comunidad de Madrid, la normativa exige que los establecimientos del sector HORECA (hoteles, restaurantes y cafeterías) gestionen correctamente sus residuos de aceites a través de empresas autorizadas como Gave.
Una vez recogido, el aceite pasa por un proceso de pretratamiento que incluye filtrado y decantación para eliminar restos de alimentos, agua y otras impurezas. Este paso es esencial para asegurar la calidad del biocombustible final y evitar problemas en las siguientes fases del proceso.
Transesterificación
El aceite filtrado se somete a un proceso químico llamado transesterificación. En este paso, se mezcla con un alcohol, generalmente metanol, en presencia de un catalizador como hidróxido de sodio o potasio. La reacción química rompe los triglicéridos del aceite y los convierte en ésteres metílicos de ácidos grasos, que es lo que conocemos como biodiésel.
Además del biodiésel, este proceso genera glicerina como subproducto, que puede reutilizarse en la industria cosmética, farmacéutica o química, contribuyendo a una economía más circular.
Mezcla y distribución
Una vez producido el biodiésel, se mezcla en diferentes proporciones con el diésel convencional para crear combustibles aptos para los motores diésel sin necesidad de modificaciones. Las mezclas más comunes son B7 (7% biodiésel y 93% diésel) y B20 (20% biodiésel y 80% diésel), aunque algunos vehículos y flotas pueden usar B100, que es 100% biodiésel.
Este biocombustible se distribuye a través de redes de gasolineras o directamente a empresas de transporte, flotas municipales y otros sectores que buscan reducir su impacto ambiental. En España, el uso de biodiésel es una de las estrategias clave para cumplir con los objetivos de energías renovables en el transporte fijados por la Unión Europea.
Para las empresas del sector HORECA, participar en este ciclo de reciclaje no solo cumple con las regulaciones vigentes, sino que también contribuye activamente a la reducción de la huella de carbono y al fomento de una economía circular.