Este pasado miércoles 27 de abril se celebró en Valencia el primer Foro sobre Aviación Regional Sostenible organizado por la aerolínea valenciana Air Nostrum y la Asociación Europea de Aerolíneas Regionales (ERA). En él han participado una docena de expertos de todos los ámbitos implicados, desde los fabricantes hasta los organismos reguladores, pasando por las compañías, los pilotos, los productores de combustible y la propia Comisión Europea.
Durante la jornada se analizaron las alternativas para cumplir con los hitos de descarbonización que exige la Comisión Europea para 2050. Los intervinientes estuvieron de acuerdo en que a corto plazo, la alternativa más eficiente y rápida pasaría por sustituir el queroseno por combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés; Sustainable Aviation Fuel).
La producción de SAF, según la jefa de la Unidad de Política de Aviación de la Comisión Europea, Flor Díaz, es una «oportunidad industrial» para los estados miembros de la Unión Europea, ya que todavía es necesario desarrollar el mercado. Para ello considera necesario aumentar la inversión y promover la unión de la industria eliminando barreras a la competencia. Isabel Maestre, directora de la Agencia Española de Seguridad Aérea (AESA), asegura que España es un «referente» en SAF y que grandes refinerías españolas están convirtiéndose en biorrefinerías.
Los combustibles sostenibles de aviación son aquellos cuya materia prima procede de terrenos y técnicas que no afecten a la diversidad, y que además que reduzca sus emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 50%, aunque los criterios de sostenibilidad varían en función del organismo que lo certifique y de sus esquemas de control. Un ejemplo de materia prima sostenible es el aceite de cocina usado, que mediante hidrogenación se convierte en combustibles parafínicos compatibles con el combustible de aviación convencional.
El responsable de Desarrollo de Negocio Energías Limpias de Cepsa, Javier Criado, ha destacado que el SAF se ha impuesto porque al ser un análogo químico del queroseno, no requiere inversiones adicionales en motorización. Además, ahorra entre el 80 y el 90% de las emisiones y utiliza el mismo sistema de distribución. La directora de estrategia de mercado de ATR, Marta Sabin, aseguró que mientras que un avión turbohélice emite 72 gramos de CO2 por kilómetro y asiento, el mismo avión alimentado con SAF del 100% tan solo emitiría 8 gramos por kilómetro y asiento. El problema: su elevado coste, que estaría entre tres y seis veces por encima del queroseno.